jueves, 20 de mayo de 2010

La segunda crítica en El Amante

Ariel Roth es protagonista narrador con vocación ciclística, extraño cinéfilo internauta, que no pasa ni cerca de un cine en toda la película. Alejado del imaginario obvio del apasionado por el celuloide, lo primero que nos gana es su voz. Pablo Cerda compone con su cuerpo y entonaciones, si se me permita la comparación fraterna, una versión chilena y siglo XXI de Antoine Doinel (será la presencia de Léaud en Visage, o la dedicatoria de Kobayashi en Where are you? Terminan armando un tríptico truffautiano en el Bafici 21) Lo que una a ambos personajes es esa impresión de verdad que irradian, sus libertades y su sinceridad, que por momentos se convierten en soledades y frases inoportunas, de esas que nunca hay que decir frente a una mujer, y que Ariel dirá metiendo la pata hasta el fondo. Mínima, vital y móvil, así es la historia de Ariel; cada capítulo es una apostilla en la vida de este tipo, que pasados los treinta se encuentra con una parte importante de la vida resuelta (una casa, herencia familiar) y otra, la afectiva, en permanente movimiento y sin ánimos de estacionarse. Fuguet nos regala unos travellings que son pura poesía, directa y sin alardes en su registro de los viajes en bicicleta por las calles de Santiago. La relación de Ariel con las películas es rara: las baja de Internet y las mira en su notebook, a cualquier hora y en cualquier situación, por ejemplo desnudo, con una chica dormida a su lado (que acaba de meter en su cama después de una noche retro en un boliche). ¿Esa visión compulsiva lo aleja del mundo, lo refugia en el cine o qué cuernos? Jamás lo sabremos. Fuguet está decidido a asomarse a la vida de Ariel Roth sin ánimos docentes, con la imperiosa, generosa voluntad de echarlo a andar y que ya no le pertenezca, que sea un poco nuestro cuando termine la función. Con el correr de los días esa sensación se agranda y uno acaba por extrañar la presencia de Ariel, como la de un amigo que lo será para siempre. Algunas películas están vivas mientras duran. Otras, como esta – con sus altibajos, el mayor tal vez sea el primo millonario – viven y crecen fuera de la pantalla. Pavada de merito.

Ignacio Verguilla.

Gran Sorpresa! Velódromo en El Amante... Y 2 veces. Aquí la 1


Ariel Roth está solo y a punto de cumplir 35 años. Su mejor amigo y su novia lo han dejado. Lo acusan de inmaduro, poco ambicioso y conformista, de vivir un tanto aislado del mundo y de no tener proyectos. Es que a Ariel poco le importa triunfar en su trabajo como diseñador gráfico, formar una familia o recorrer el mundo. Sólo tiene dos grandes preocupaciones/ ocupaciones/ pasiones: bajar centenares de películas por Internet y mirarlas en su computadora, y pasear por Santiago en su bicicleta. Pero como el muchacho no es ningún necio, da acuse de recibo del planteamiento que le hicieran novia y amigo, y comienza una suerte de introspección, aguijoneado por la cercanía cada vez mayor de los cuarenta, sopesando cada uno de sus deseos y necesidades. En muchos directores contemporáneos e independientes, este camino de autodescubrimiento sería retorcido, metafísico y doloroso. Para Alberto Fuguet, conocerse a sí mismo no puede más que traer felicidad. Por eso, Ariel no sufre, sino que piensa. Su trabajo intelectual no se encuentra asociado a lo académico; está unido a lo vital. Ariel piensa haciendo nuevo amigos, conociendo otras mujeres, bajando más películas y andando en bicicleta con fruición. Porque todas estas son formas de conocerse como individuo y reconciliarse con su propio mundo. La vitalidad del universo del joven Roth, con la ciudad nocturna y vibrante, habla, por contraste, de la fragilidad de la vida, sin siquiera un atisbo de tristeza. Quizás, sí, con algo de nostalgia. Fuguet logra la combinación exacta entre humor y reflexión, sin caer en acartonamientos ni pedantismos baratos. Mucho tiempo después de haber visto Velódromo, si uno cierra los ojos, la primera imagen que se nos viene a la mente es la de sus protagonistas excluyentes: hombre y bicicleta, unidos en la noche chilena. Lo que primero recordamos son esos largos paseos de Ariel por un Santiago filmado con amor y belleza, con colores brillantes y muy iluminado, pedaleando sin pausa, avanzando en zigzag, del mismo modo en que andamos en bicicleta siendo niños, como jugando, con todo lo que eso tiene de liberador y gozoso.

M.L.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Velódromo en IMDB




Es una tontería, pero al final uno se siente más "oficial" cuando su película entra en la base de datos más grande de cine. O sino la más grande, la más visitada.
IMDB ha puesto la página de Velódromo en el ciberspacio y es otro paso más hacia el estreno de nuestro pequeño film.
Aquí está el link que los lleva al lugar. No tiene casi ningún dato, pero ya lo estamos completando.