martes, 1 de junio de 2010

Ezequiel Acuña Habla de Velódromo




Planeta Fuguet

Claridad narrativa, agudos diálogos y un poder visual a dos ruedas: de eso se trata Velódromo, o, mejor dicho, de los treinta (y pico), los amigos, los amores, el futuro y la soledad (temas que ya estaban presentes en la película anterior del escritor chileno, Se arrienda). Fuguet homenajea al cine como en sus libros, también se burla y se ríe de ellos (como en sus libros) y divide la película en capítulos (como en muchos de sus libros). Velódromo es una película emocional, existencial, con buenas actuaciones, con muchos chistes que funcionan sin caer en localismos y con un protagonista que, casi como el personaje de Marley y yo, comparte su vida con una bicicleta (su mejor amiga, como el perro de Owen Wilson). El amor por pedalear, descargarse, pensar, sufrir y observar es la tentativa invitación que nos hace Fuguet, y a saltar el alambrado y perdernos en ese velódromo donde todo gira y da vueltas como en un planeta, un lugar bastante conocido para muchos.

Ezequiel Acuña