lunes, 12 de abril de 2010

la primera funcion según La Tercera

Fuguet estrenó Velódromo

en el primer fin de semana de Bafici

Famoso por sus apuestas arriesgadas, el mayor festival de cine de Sudamérica exhibió la segunda película del escritor chileno, que esta vez incursiona en la comedia.

por Graciela Marín (Buenos Aires) - 12/04/2010 - 08:52
El shopping Abasto, que alberga uno de los complejos de cine más grandes de la capital transandina, está por completo dedicado al Festival de Cine Independiente de Buenos Aires. Allí, a sala llena, la noche del sábado se estrenó Velódromo, el segundo largometraje de Alberto Fuguet. Para el escritor y director, es el regreso a casa. "Fue acá donde tomé la decisión de ser cineasta. Vi películas como las de Ezequiel Acuña y sentí que podía hacer películas chicas, en cuanto a temáticas y planteamiento de personajes. Y así, me largué con Se arrienda".
Ese debut lo estrenó en Bafici. Y ahora repite la experiencia, en medio de una selección abrumadora de 422 películas que se exhiben en 12 días, hasta el 18 de abril. Filmes que difícilmente llegan a cines comerciales, con propuestas arriesgadas, miradas cuestionadores, antihéroes, y, tal como demostró el filme que abrió el festival, Secuestro y muerte, del argentino Rafael Filipelli, con tendencia a los temas políticos.

Pero también hay espacio para las pequeñas historias. Así es Velódromo, que relata en tono de comedia las desventuras del Ariel Roth, un joven de 34 años que no tiene grandes ambiciones en la vida aparte de "estar tranquilo" y andar en bicicleta. Un filme pausado, donde el foco está puesto en la chispa de sus diálogos y, sobre todo, la amargura y confusión de un protagonista (Pablo Cerda) incapaz de entender las sutilezas y necesidades de quienes lo rodean.

"El protagonista es como primo del protagonista de Se Arrienda, Gastón. Es repelente y pesado, está lleno de deficiencias. Es un tipo torpe, pero creo que el público empatiza con él", explica. Filmada en formato digital, con un rodaje de 20 días y un presupuesto pequeño, el filme fue un descanso después de los problemas que tuvo tras su intento de rodar Perdido, sobre El empampado Riquelme.

Gracias a la libertad de la cámara digital, pudo permitirse hacer largas tomas callejeras de Pablo Cerda sobre su bicicleta. Así, se luce un Santiago pre-terremoto, amable, en el que barrios como Ñuñoa y Providencia se transforman casi en coprotagonistas de una película poblada de personajes perdidos, confundidos, pero que enfrentan el mundo con ironía.

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